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Porno Vintage: Los insólitos atuendos de las revistas para adultos en los 80

Los 80 fueron muchos más que laca, juegos de Atari, dictadura y cubos Rubick, y prueba de ellos son estas imágenes

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Escrito en ENTRETENIMIENTO el

El mejor lugar para encontrar los atuendos más insólitos o terribles, es sin duda en el porno vintage de los años 70 y 80.

Los 80 fueron, para muchos, más que laca, juegos de Atari, dictadura y cubos Rubick. El artista y fotógrafo Gary Lee Boas, como buen voyerista, dedicó gran parte de su vida a registrar el despertar sexual de Nueva York.

Boas captó con su lente los momentos más icónicos que vivieron algunas estrellas de la industria, en aquella época, la vestimenta de los pornostars y las celebridades era todo un referente de moda, sus estrafalarios e irreverentes atuendos eran deseados por muchos.

El fotógrafo compartió su más íntimo registro en su libro Gary Lee Boas: New York Sex 1979-1985, donde revela las historias más sórdidas de la industria del porno.

El lado oscuro del Porno

La década del 80 estuvo marcada por la difusión del HIV y la industria del porno fue golpeada duramente por el virus.

Relacionar al porno con el SIDA es casi instintivo. El hecho que existan actores que tienen relaciones con más de cien personas al mes definitivamente aumenta el riesgo de contraer esta enfermedad. Si a esto le sumamos las miles de películas producidas anualmente en todos los rincones del mundo nos encontramos con un cóctel más que explosivo.

La industria del sexo en video

Con la aparición de los grabadores de vídeo domésticos a finales de los años 1970 y principios de los 80, la industria cinematográfica experimentó un crecimiento masivo, y dio a luz a estrellas del cine adulto como Ron Jeremy, Christy Canyon, Ginger Lynn, John Holmes y Traci Lords, y directores como Gregory Dark.

Para 1982, la mayoría de las películas pornográficas eran editadas en formato cinta, mucho más económico. El cambio tecnológico fue rápido, la industria regresó a sus raíces y se expandió rápidamente para cubrir cualquier fetiche posible, aprovechando el bajo coste de producción para producir miles de películas al año, incluyendo compilaciones de las mejores escenas sexuales de varias producciones.

El consumidor no solo pasó a disfrutar de la pornografía desde el confort y la intimidad de su propio hogar, sino que además podía elegir entre un amplio catálogo para satisfacer sus fantasías y fetiches.

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