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El Bosque de Chapultepec alberga la leyenda de “La Tía Toña”; mujer que adoptó niños para asesinarlos

El Bosque de Chapultepec es mucho más que zoológico, museos y fauna, en su interior guarda una de las leyendas más oscuras

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El Bosque de Chapultepec alberga en su interior una sórdida leyenda sobre una casa embrujada y su habitante, “La Tía Toña”, una mujer que se dedicaba a adoptar niños de la calle para asesinarlos a sangre fría.

En 2009, 23 personas cayeron de un barranco de 30 metros de altura intentando encontrar la casa de “La Tía Toña”, como se le conoce al inmueble, desde entonces, el acceso al sitio es aún más restringido. La casa se encuentra en medio del bosque como si se tratara del escenario de un cuento de hadas. No obstante, este cuento no es mágico, se trata más bien de una historia oscura en la que el sufrimiento y la tortura son los protagonistas.

Años antes de aquel trágico suceso, en el bosque de Chapultepec se escuchaban ruidos nocturnos provenientes de arbustos y senderos perdidos entre los árboles. Nadie sabía qué eran y las especulaciones eran infinitas.

La leyenda cuenta que una mujer que vivía cerca del lugar no soportó más la angustia y una noche salió a ver qué era lo que incomodaba a los paseantes; esta mujer, de nombre Antonia, se armó de valor y al adentrarse en el bosque se topó con un grupo de niños pequeños que intentaban dormir detrás de los arbustos. Al verlos desamparados y peleando por las pocas cobijas que poseían, los invitó a pasar la noche en su casa. Los pequeños accedieron y en agradecimiento le llamaron tía.

La mujer se encariñó tanto con los chicos que no dudó en crearles su propio espacio para que pudieran divertirse, vivir dignamente y tener una familia. La voz se corrió y rápidamente llegaron más niños en situación de calle para vivir con “La Tía Toña”; ella los bañaba, les daba de comer, les lavaba la ropa y les compraba juguetes, incluso les enseñó a leer y les dio cariño como si se tratara de sus propios hijos.

Los vecinos comenzaban a cuestionarse qué era lo que ocurría en la casa de la mujer y al ver una presencia cada vez mayor de infantes, sospecharon siempre de doña Antonia. Pensaron que tal vez ella estaba secuestrando pequeños o que los empleaba para poder ganar más dinero, algo ilógico puesto que ella era una mujer muy adinerada que poseía una gran fortuna que le había sido heredada y, al no tener descendencia, necesitaba en qué gastar su dinero antes de morir; ya era una mujer mayor.

Los niños vivieron en su casa por mucho, incluso cada vez eran más los pequeños que acudían allí a pedir refugio, hasta que llegó el punto en que la casa estuvo repleta de gritos, risas, travesuras y manitas queriendo abrazar a la tía. No obstante, ella ya no podía con tanta algarabía, la energía de todos esos niños era tal que la desesperaba al grado de encerrarse por horas dejándolos en su “locura”.

Ante el claro hartazgo de la mujer, los niños siguieron jugando y gritando, esta vez lo hacían por travesura, para incomodarla y retar su paciencia en protesta de que ya no les ponía la misma atención. “La Tía Toña” intentó perdonar y pasar por alto cada uno de los gritos, insultos y burlas que le hacían, pero su paciencia era poca y llegó a un límite insospechado.

Como si se tratara de una película de terror, la mujer salió de la habitación cargada con palos y se armó con todo lo que halló en el camino dispuesta a callar el escándalo. Su furia era tal que no dudó en agredir a todos y cada uno de los niños que se encontraban en su casa. Sus escuálidos cuerpos cayeron al suelo con el sonido de cada golpe, como si se tratara de una sinfonía de violencia súbita.

Golpe tras golpe acabó con todos los niños ahí presentes y llevó sus cuerpos al río y los arrojó con la intención de no volver a verlos. Regresó a casa y, mientras limpiaba la sangre de los pisos, sintió tanta culpa que entre lágrimas, plegarias y un infinito arrepentimiento se suicidó. Nadie se atrevió a sacar jamás el cuerpo de aquél lugar, ya que el simple hecho de acercarse a la casa provocaba un escalofrío inmenso y un sinfín de preguntas sin respuesta. Hasta estos días, se cree que su cuerpo aún se encuentra en la casa y que no es más que una pila de huesos que siguen en descomposición.

Se sabe que existen tours y excursiones que prometen llevar a los amantes de lo paranormal a la casa. Sin embargo, esta no tiene acceso, sólo existen un par de puentes por los que no se pueden cruzar ya que están rotos y en muy mal estado. En la actualidad, la casa que se asoma a lo lejos no es más que el hogar de una familia que la habita y ellos aseguran que no hay nada anormal en su hogar, al contrario, se encuentran felices con el misterio que genera su hogar. Sin embargo, muchas personas aseguran que han visto la silueta de “La Tía Toña” en las ventanas de aquel lugar, y que cuando ven al espectro, tienen una sensación de pesadez y miedo que se apodera de ellos.

No hay evidencia de que la historia sea real, pero lo que sí es cierto, es que se trata de una de las leyendas más famosas de la Ciudad de México y el máximo atractivo turístico de El Bosque de Chapultepec.

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