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“Cien años de soledad” y los siete capítulos olvidados

El escritor colombiano publicó capítulos en diversos medios antes de terminar una de sus obras más reconocida

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Escrito en ENTRETENIMIENTO el

Este miércoles el escritor y periodista Gabriel García Márquez cumplirían 92 años de vida y para recordarlo decidimos compartirte los 7 capítulos olvidados de su máxima obra Cien años de soledad, con la que el escritor colombiano  obtuvo el premio nobel de literatura en 1982 y que es considerada por muchos como uno de los textos más importante de las letras latinoamericanas en el siglo XX.

La comunidad literaria reconoció a esta novela como unas de las más sobresalientes del género.

Meses antes de terminar Cien años de soledad, García Márquez arrastraba serias dudas sobre la calidad de una novela que acabaría convertida en un clásico de la literatura, “Cuando leí lo que llevaba escrito, tuve la desmoralizante impresión de estar metido en una aventura que lo mismo podía ser afortunada que catastrófica”, confesó por carta a un amigo.

García Márquez publicó siete capítulos de Cien años de soledad para aplacar esas dudas, aun cuando no había acabado la novela ni había firmado el contrato con la Editorial Sudamericana

Los siete capítulos fueron publicados en periódicos y revistas que circulaban en más de 20 países.

Cabe señalar que dichos capítulos representan más de un tercio de la novela, que en total tiene 20 capítulos, pero no hay copias de los textos publicados en el archivo personal de García Márquez en el Harry Ransom Center en Texas, que guarda su legado.

Para encontrar su rastro hay que recorrer bibliotecas en Francia, Estados Unidos, Colombia y España.

García Márquez afirmó haber quemado las notas y los manuscritos preparatorios tras recibir la primera copia del libro.

Los capítulos cayeron en el olvido porque se creía que eran idénticos a los publicados en la primera edición de 1967 de la novela, pero la comparación de las versiones descubre una realidad diferente.

Se especula que García Márquez les realizó hasta 42 cambios, el primer capítulo salió el 1 de mayo de 1966 en El Espectador de Bogotá, cuando aún le quedaban tres meses para finalizar la obra. Entre esa versión y la edición final de 1967 hay hasta 42 cambios significativos que aparecen desde la primera página. Las casas de Macondo, por ejemplo, no eran “de barro y cañabrava” como en la edición final, sino simplemente de “adobe”. El escritor buscaba un lenguaje más preciso.

También hay modificaciones importantes en la estructura general de la novela. Por ejemplo, en la edición de 1967, la acción destructora de las termitas que anuncia el declive de la casa de la familia Buendía se describe hacia el final de la novela. Pero en la versión de El Espectador, “el comején socavaba los cimientos de la casa” desde el primer capítulo.

En la edición definitiva, Macondo es un pueblo aislado de la civilización, cuyo emplazamiento exacto se desconoce. Por el contrario, en el capítulo de El Espectador, Macondo se localiza con facilidad, pues limitaba “al occidente con los médanos del río de La Magdalena” de Colombia. García Márquez suprimió este y otros detalles sobre la ubicación concreta de la población para crear en el lector la impresión de que podía ser un pueblo típico de cualquier país latinoamericano.

El llanto de Aureliano

Otro cambio sorprendente tiene que ver con el nacimiento del coronel Aureliano Buendía. En la edición final, el coronel “había llorado en el vientre de su madre y nació con los ojos abiertos”, mientras que en el capítulo de El Espectador, el héroe recibía un trato poco heroico y hasta prosaico: la comadrona le daba “tres nalgadas enérgicas” para hacerle llorar.

El siguiente capítulo que García Márquez probó con los lectores salió en la revista Mundo nuevo en agosto de 1966. Publicada en París, esa revista se convirtió en el principal escaparate de la literatura del boom latinoamericano. Sus 6.000 ejemplares mensuales se vendían en 22 países, incluidos Estados Unidos, Holanda, España, Portugal y casi toda América Latina. En este capítulo localicé hasta 51 diferencias con respecto a la edición final. Por ejemplo, José Arcadio, cuya madre Úrsula temía que naciese con una cola de cerdo, vino al mundo como “un hijo saludable”, mientras que en la edición final, el autor aumentó el dramatismo al escribir: “Dio a luz un hijo con todas sus partes humanas”.

La alquimia, tan importante en los capítulos iniciales, se mencionaba en el del Mundo nuevo con el término experto “la Opera Magna”. El escritor simplificó la lectura y optó solo por alquimia.

Tras la publicación del segundo capítulo, pasaron cinco meses para la salida del siguiente capítulo que fue el más arriesgado en Amaru, una revista peruana dedicada a la literatura de vanguardia internacional.

En la revista literaria colombiana Eco apareció otro capítulo “peligroso”: la muerte de Úrsula tras vivir entre 115 y 122 años. Entre los cambios más reseñables destaca la eliminación de una frase, ausente en la edición de 1967, de Fernanda del Carpio tras la marcha de Amaranta Úrsula a Europa: “Dios mío —murmuraba Fernanda—, se me olvidó decirle que mirara a todos los lados antes de atravesar la calle”.

En marzo de 1967, salió en la revista Mundo nuevo el capítulo de la peste del insomnio que azotó a Macondo. Como García Márquez explicó en varias entrevistas, su intención era que el lenguaje de Cien años de soledad fuese más anticuado en la primera parte (por ejemplo, usó el arcaico “instrumentos músicos” en vez del moderno “instrumentos musicales” o “grande alboroto” en vez de “gran alboroto”). Y luego, afirmaba el escritor, el lenguaje se iría modernizando hacia el final de la novela.

García Márquez disparó su último cartucho en abril de 1967, cuando la revista mexicana Diálogos imprimió el capítulo de la lluvia que cayó sobre Macondo durante cuatro años. Entre los cambios importantes figura uno que revela cómo el autor no solo suprimía frases o cambiaba palabras, sino también su técnica para añadir nuevos contenidos. Cuando Fernanda del Carpio termina de abroncar a su marido Aureliano Segundo después de un monólogo que ocupa varias páginas, en la versión de Diálogos ella concluye que su marido estaba “acostumbrado a vivir de las mujeres”, pero en la edición de 1967, Fernanda culmina su bronca monumental con una frase pletórica, cargada de fuerza mitológica y religiosa, donde afirmó que su marido estaba “acostumbrado a vivir de las mujeres, y convencido de que se había casado con la esposa de Jonás, que se quedó tan tranquila con el cuento de la ballena”.

Por último, la semana previa al lanzamiento de la novela, el magacín argentino Primera Plana publicó un fragmento del capítulo sobre las 32 guerras del coronel Aureliano Buendía.

Con información de El País.

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